Renovación Católica Carismática de Pamplona
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Seminario de vida en el Espíritu
Una de las finalidades principales de la Renovación Católica Carismática es la conversión a una vida cristiana según el Espíritu Santo. Para conseguir este objetivo la Renovación se ha servido desde los comienzos de lo que se llama los “Seminarios de vida en el Espíritu” o Catequesis de las sietes semanas, los cuales resumen bastante bien la espiritualidad de la Renovación. Tienen un carácter evangelizador desde que comenzaron en 1973 y buscan concientizar sobre la necesidad de renovar la vida cristiana y al mismo tiempo podamos adquirir un mayor conocimiento de lo que significa vivir acogidos por la gracia del Espíritu Santo.
Ralph Martín y Steve Clark iniciar en 1973 el seminario previo a la Efusión o Bautismo en el Espíritu Santo. “Acostumbrados a la disciplina de los “cursillos de cristiandad”, se dieron cuenta de que se necesitaba alguna clase de guía para encausar y alentar esta gracia de la Renovación. Entre ellos dos y con la ayuda de otras personas, concibieron los Seminarios de Vida en el Espíritu, en el que se proclamaba el mensaje básico del evangelio, la importancia de la conversión y la apertura de las personas a la esperanza de la obra visible del Espíritu Santo en sus vidas a través del bautismo en el Espíritu Santo.
El seminario de las siete semanas no esta proyectado como un curso de educación adulta o una actualización en teología sobre la Renovación Carismática, sino como instrumento para la formación en la fe, para una renovación espiritual, contestando así a la oración del beato Juan XXIII: “Renueva en nuestro días, tus maravillas como en un nuevo Pentecostés. Dicho seminario no comporta en sí grandes temas doctrinales, sino que simplemente pretende lo que solía repetir Suenens, enseñar a ser un buen cristiano. Es por ello que un seminario que nos instruye sobre la “vida nueva en el espíritu” es algo único, que no tiene comparación a otros cursos, aunque también de cultura religiosa. No podemos vivir este “encuentro” conducidos solo por categorías humanas, aún si fueran las más altas y nobles, porque significaría para nosotros sólo llegar a aquellas metas qué podemos comprender, que están al alcance del hombre, de nuestra inteligencia, de nuestra voluntad y empeño.
El seminario, debemos vivirlo en la docilidad al Espíritu, que quiere conducirnos, más allá de todo lo que nosotros podemos imaginar y esperar: quiere hacer de nosotros Jesús y que cumplamos sus mismas obras. Más bien, como nos asegura Juan, “aún mayores”. A nosotros nos queda el ponernos, confiados, en su escuela: es el Espíritu el primer y verdadero animador, que convoca siempre a los hombres para instruirlos, corregirlos, renovarlos y conducirlos a la “verdad toda entera”. Hoy se es más consciente de la necesidad de instrumentos catequéticos y pastorales para revitalizar los sacramentos de la iniciación cristiana. El seminario de vida en el Espíritu es uno de ellos, en donde, es como si los artesanos y constructores trabajaran con piedras vivas (1cor 3, 10 – 11). A medida que avanza el seminario vamos descubriendo las riquezas que Dios quiere darnos.
El seminario nace del encuentro de cuántos ya han sido “encendidos” con otros hombres y mujeres, que el Señor vuelve prójimos en los caminos del mundo y del diálogo fraterno que surge y que se vuelve paulatinamente una verdadera transmisión de vida, hasta una efusión de Espíritu. Su dimensión es por tanto siempre profundamente comunitaria. No hay seminario sin una comunidad que ya lo ha vivido y lo vuelve a comunicar. Nadie puede en efecto comunicar el Espíritu sin estar a su vez lleno de nuevas y más grandes manifestaciones, ya que los carismas crecen ejerciéndolos. Emprender un seminario quiere decir por tanto entrar juntos, animadores y neófitos, en una corriente de gracia que corre continuamente y viene a “hacer nuevas todas las cosas”. Incluso antes de recibir la experiencia plena de la efusión, el seminario mismo es un tiempo de bendición extraordinario, hecho de intensa espera y de deseo, de escucha y de estupor, de una fe simple que hace posibles los milagros y viene así a rejuvenecer continuamente la fe adulta de toda una Comunidad. También es el tiempo en que se renuevan en nosotros la confianza, la esperanza y el amor.
 Para quien ha conocido el amor, testimoniarlo es una “exigencia”. Para quién vive en el Espíritu organizar un seminario es un verdadero acto de caridad espiritual;  nosotros ya no podemos pasar de largo delante de las necesidades de nuestros hermanos, como si la cosa no nos incumbe, como si pudiéramos retener para nosotros la vida recibida sin generarla al mundo. Es más que socorrer a los hermanos. Es entrar, una vez más “juntos”, en “la alianza personal”, íntima, directa que Dios no deja de ofrecer a cada hombre y a la iglesia toda: “alianza con Él” y “alianza entre nosotros”, con vínculos carismáticos que no tienen punto de comparación. Nosotros (lo deseamos intensamente) queremos salvarnos juntos, como familia, grupos, comunidad; de veras tendría poco sentido para cada uno, después de lo que el Señor está haciéndonos gustar sobre esta tierra, querer presentarnos solos en el paraíso. Es el tiempo de comenzar a aprender los modos de la vida plena y eterna, a la que estamos destinados; el tiempo en que aprendemos a entrar en la dinámica del Espíritu y a abandonarnos a su luz y a sus mociones. Es Él que nos hace entrar en la potencia misma de la palabra de Dios, que es viva y verdadera “para” nosotros y “a través” de nosotros, aquí, hoy. Es Él que nos permite el hacer converger en Cristo, nuestro Dios, todo lo que somos y tenemos, en un abandono íntimo de amor que ya no tendrá fin. Él que nos enseña a ver todas las cosas, tanto nuestra pequeña vida como los grandes acontecimientos de la historia, con los ojos de la sabiduría del Padre, asociándonos de ese modo a su plan de salvación.
Existen muchos modelos temáticos para las siete semanas, los temas del seminario original como lo propusieron Steve Clark y Ralph Martín son: El amor de Dios, la salvación, la vida nueva, recibir el don de Dios, orar por el bautismo del Espíritu Santo, el crecimiento y la transformación en Cristo. Según los autores del seminario original, las primeras cuatro semanas se centran en el mensaje de salvación y en el significado de la vida en el Espíritu. Se anima a los participantes a cultivar una relación íntima con Jesús. El objetivo es que lleguen a experimentar la gracia del espíritu santo y la capacidad de soñar sueños de Dios para nosotros. La quinta semana esta construida sobre la renovación de las promesas bautismales. Se pide “un nuevo pentecostés particular”. Se explica lo que es el Bautismo en el Espíritu. Durante las dos últimas semanas la enseñanza está orientada hacia un mayor crecimiento en la Vida en el Espíritu y en el servicio que piden los carismas recibidos. A continuación, a modo de esquema, usaremos el seminario del Padre Emiliano Tardif y el predicador laico Pepe Prado, que se encuentra en el libro, el viaje al mundo sin maletas.
 
Muchos hemos oído hablar de la renovación carismática y como se extiende por muchos países, hoy día esta en 144 países de todo el mundo, ¿Por qué mientras las iglesias están vacías y muchas personas buscan la paz, la alegría, el fervor, fuera de ellas? Mientras la renovación convoca multitudes, se han dado retiros hasta de 65000 personas, ¿Dónde está la fuerza que atrae a las personas?, y que experimentan una nueva vida de gracia, que conmueve corazones, y arrima a ellas hacia ese Dios que nos ama con infinita misericordia. La respuesta es muy simple la palabra de Dios, que se predica con la fuerza de Espíritu Santo, que hace transformar vidas, salvar cuerpos y almas de los hijos de Dios.
La renovación anuncia a Jesús que está vivo, con la fuerza del Espíritu Santo. Para conocer la renovación nos hace falta probarla, recibir el bautismo en el Espíritu, que nos lleva a tener un encuentro personal con Cristo Resucitado. Nadie es capaz de describir esta renovación carismática, es una fuerza que viene del Espíritu Santo, El la sostiene. Muchos critican la alegría y la espontaneidad de los grupos de oración, otros opinan que exageramos que estamos locos, locos si pero por Jesucristo, pero lo que está claro es que ningún movimiento religioso ni nada parecido se ha extendido por todo el mundo, con la rapidez que lo ha hecho la renovación semanalmente para alabar a Dios, dándole gracias y proclamándole salvador.  

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